MONTERO, ANDRES
Vi la tierra que levantaba la carreta del árabe al alejarse del circo y luego observé al niño y le tendí una mano que él tomó enseguida. Me sorprendió que no mirara el polvo que dejaban los caballos de su protector ni que preguntara por qué lo dejaban solo, o dónde estaba su mamá, si es que la tenía. No le importaba nada. Sólo tenía ojos para el circo y para mí, porque yo era el circo y sería Sherezade.