LISPECTOR, CLARICE
La cosa especial que sucedía con aquel conejo, es también especial con todos los conejos del mundo. Es que él pensaba esas pocas ideas con su nariz. La manera de pensar sus ideas, era moviendo bien de prisa su nariz. Tanto arrugaba y desarrugaba la nariz, que su nariz siempre estaba rosada. Quien lo mirara podía pensar que pensaba sin parar. No es verdad. Sólo su nariz era rápida, la cabeza no. Y para poder oler una sola idea, necesitaba arrugar quince mil veces la nariz.
Pues bien. Un día la nariz de Juanito, así se llamaba este conejo, un día la nariz de Juanito consiguió oler una cosa tan maravillosa que quedó atontado.