RIVAS PAREDES, JUAN MANUEL
Vitrinas, túneles, espejos, luces de neón, redes sociales, son las imágenes que cuelgan delas paredes transparentes de esta Ciudad Laberinto. Se trata de un laberinto, eso sí, donde lomonstruoso refiere a la pérdida de la monstruosidad: las bestias que lo habitan han perdidosu instinto y potencia creativa, quedando reducidas al consumo y a la alienación de larutina. Recuperando el tópico clásico del laberinto, el cual constituye una magistral proyeccióninvertida del desierto interno que vacía y atormenta a los sujetos en plena posmodernidad,Juan Manuel Rivas se aboca a buscar un escape al sinsentido laberíntico. Y ese escape, esalínea de fuga, empezará justamente por asumirlo, por describirlo, por denunciarlo: hacervisible las paredes transparentes del laberinto. Por lo mismo, lo fundamental reside enreconocer que ese escape no significa una simple evasión, ni tampoco una evasión de laevasión, es decir, la construcción de una promesa o trasmundo (mítico, religioso, político oestético) que sustituya a la tecnología por otra evasión más sofisticada pero igualmenteopresiva. En lugar de ello -y como lo expresan los últimos versos-, el hablante se dejaarrebatar por un punto de fuga que restituye -quizás por vez primera- el reino de loinstintivo. Una línea de fuga contra la fugacidad; un impulso ingobernable con miras a laanimalidad. Así, la palabra representa el testimonio de un último paladeo, los labios quearticulan un movimiento final cuyo sentido sólo consiste en vomitar todo residuo técnico yen aspirar la brisa ancestral y originaria de una identidad que se anuncia como identidad